El hombrecillo de amarillo permanecía imperturbable a pesar
de que la mayoría de las miradas recaían sobre él. Quienes no lo miraban
estaban absortos en el árbol de navidad en el que segundos antes había
eclosionado.
Se sacudió un poco la ropa y echó a andar como si no
sucediera nada. Delgado como un palillo de dientes y vestido con unos
pantalones de cuero muy ajustados a su cuerpo parecía un espécimen humano,
pero, no. El hombrecillo de amarillo era un extraterrestre.
Había estado alojado desde hacía meses junto a otros
congéneres en el reloj que cuelga del Aeropuerto Internacional de Savannah-Hilton
Head. Allí lo vino a tener su madre una de las aliens más despreocupadas que
jamás se háyase visto en estos contornos.
Fruto de una confusión alienígena, tras el nacimiento fue
forzado a pasar una temporada en una figura lo más parecida a un huevo de
flamenco, animal terrícola de patas rosadas que, por estos días, ha estado
haciendo aparición en el estacionamiento del aeropuerto.
¿Qué hacían los flamencos por esta parte del mundo? Es lo
que le corresponde averiguar al minúsculo hombre que ahora se ajusta las gafas
oscuras y comienza su impetuoso avance sin hacer demasiado caso a la lectura
que le plantean sus tentaculeetos.
Minutos más tarde y tras la llegada de la prensa la gente no
atina a otro asunto que no sea tomarse selfis frente al árbol de navidad y transmitir
en Facebook Live el acontecimiento de la eclosión.
A pesar del cordón de seguridad, de los llamados de atención
sobre lo peligrosa de la zona, porque se esperan otras eclosiones, los amantes
de los teléfonos “Smart” no se despegan de sus aparatos.
El hombrecillo de amarillo ya está afuera y puede divisar a
los flamencos que en grupos de trece rodean a los vehículos aparcados a escasos
metros de la pista de aterrizaje. Solo ahora presta atención a lo que dicen sus
tentaculeetos y balbucea con voz de billones de bits:
— Es un malware. Estamos atrapados. Es realidad virtual en
tiempo real.
El hombrecillo de amarillo se desmaya. A lo lejos las
sirenas comienzan a sonar. Adentro la gente sigue haciéndose selfis mientras el
malware busca donde esconderse.
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