La libertad se
conquista al filo del machete, dijo el lugarteniente general Antonio Maceo y
Grajales un cubano que peleó contra el dominio español en el siglo XIX.
La fecha es
lejana en el tiempo y las condiciones en las que se pronuncia esta frase también
parecieran haberse esfumado dado que vivimos el siglo XXI. Sin embargo, el
comportamiento humano, el defender o pelear por aquello que se considera un derecho,
continua vigente y no da señales de que vaya a cambiar. Es una cualidad del ser
humano estar en constante búsqueda o bien del cambio o negando o apoyando una situación
cualquiera.
Para Sócrates,
filosofo griego de la antigüedad y según dice un artículo consultado en la red
de redes en el epígrafe titulado: “El intelectualismo moral socrático”; el
conocimiento es condición de la libertad y la ignorancia por el contrario esclaviza.
¿Pero a qué viene
todo esto? ¿Por qué preocuparnos por un concepto que debería estar muy claro a
estas alturas de la historia de la Humanidad?
Siguiendo a Sócrates
y al citado epígrafe: Un individuo sin conocimiento de sí y del
mundo en el que vive es como un barco a la deriva: no va donde quiere, sino
donde es llevado por los vientos y las mareas; y, por lo tanto, no es libre. Para Sócrates, se
trataría de un ser humano que no se comporta como tal, como le corresponde a un
ser humano hacerlo, sino cómo se comportan los seres irracionales.
Y es esa
irracionalidad la que llama la atención de no pocos, en momentos en que los
seres humanos están siendo atacados por un coronavirus capaz de llevar a muchos
a una condición de salud crítica y en el peor de los casos a la muerte.
Un virus que ha
puesto al mundo de cabeza.
Por una parte, la
mayoría de los gobiernos retasó sus respuestas mientras que muchos ciudadanos desoyeron las alertas sobre la necesidad de mantenerse en casa, de no salir y así
no contribuir a la propagación del nuevo germen. Se cerraron fronteras, se
cerraron negocios, se crearon paquetes de ayudas. Y confiamos nuestra salud y
cuidado al personal médico, aun cuando parte de esa fuerza pudiese quedar
expuesta y morir como ya ha ocurrido.
Las situaciones
planteadas por covid-19 han sido complejas. El mundo en su articulación actual
ha sido ineficaz en el manejo de la crisis y suena a caos, un caos del que se
derivan muertes, decisiones sumarísimas sobre quién debe morir y quién no ante
la falta de recursos esenciales como un respirador y ante la terrible realidad de
que a pesar de los esfuerzos desde el inicio de la pandemia no se ha contado con
una vacuna que pueda poner freno al mal y ni siquiera se tiene un tratamiento
eficiente.
El colapso de
hospitales, de los servicios fúnebres, de las economías de la mayoría de los países
donde el virus coquetea con quedarse y el hacer del covid 19 una batalla partidista,
política a nivel doméstico e internacional es un escenario real, difícil de
superar y de entender.
Quizás por ello
muchos, en desconocimiento, aboguen por la apertura de estados y economías,
amén del riesgo que ello signifique. Hay una falsa ilusión de lo que es la
libertad o al menos esa es la imagen que proyectan los que enardecidos defienden
o lideran la pelea porque las economías sean abiertas antes de tiempo. Es
cierto, que el cierre provoca incertidumbre, bancarrota, hambre, pero apretarse
el cinturón podría ser una manera digna de ser libres porque con ello habría menos
muertes.
La ignorancia
esclaviza y yo acotaría nos hace tomar decisiones desacertadas que podrían ir
en contra no solo del bien propio sino de todos.
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